Un incendio es un fuego incontrolado. Sus efectos pueden ser devastadores, no solo por el fuego en sí, sino también por otros elementos que van de su mano como el humo, gases tóxicos y altas temperaturas. Los resultados en daños materiales, en las instalaciones, productos fabricados y edificios pueden ser ruinosas ya que las reacciones químicas de la combustión, basada en fenómenos de “oxidación-reducción”, son fuertemente exotérmicas, con un gran desprendimiento de calor. Y a todo ello debemos añadir las posibles pérdidas en vidas humanas.
En la industria suele producirse un siniestro con forma de incendio cuando tres factores se presentan de forma simultánea: combustible, comburente (casi siempre el oxígeno del aire) y calor que aporte la energía necesaria para activar la reacción. Si a todo ello añadimos la presencia de una llama o chispa para la inflamación de los gases desprendidos por el combustible, esta situación generará nuevos gases que al calentarse se volverán a inflamar, repitiéndose el proceso en una espiral destructiva. Es lo que llamamos reacción en cadena.
Si hablamos de los combustibles idóneos para que suceda un incendio en una industria, serán aquellos que pueden ser oxidados o que pueden arder mediante la emisión de vapores o gases que no se presentan en temperatura ambiente. Pueden ser sólidos, líquidos o gaseosos.
El comburente más habitual es el oxígeno. Se trata de la sustancia que al mezclarse con el combustible provoca la combustión de este último.
La energía de activación es el calor necesario hacer que la mezcla “combustible-comburente” se encuentre en la temperatura suficiente para que exista combustión.
Una vez comenzado el incendio éste se propaga por radiación (emisión continua de calor a través de ondas), conducción (intercambio de calor entre un punto caliente y uno más frío, a través de un medio conductor) o convección (transmisión de calor a través de un fluido en movimiento). Este fuego puede afectar a sólidos (madera, papel, carbón tejidos, plásticos), líquidos (gasolina, gasóleo, alcohol, petróleo, asfalto) gases (butano, propano, gas ciudad, metano, acetileno) o metales (aluminio, sodio, titanio, productos químicos inorgánicos). Del tipo de material dependerá el tipo de sistema de extinción que necesitaremos para apagarlo en el menor tiempo posible y evitar grandes pérdidas en nuestra empresa.
Mas allá del fuego, el riesgo de explosión es otra circunstancia muy peligrosa en la industria. Puede ser causada por explosivos o por la concentración en el aire de vapores o gases (acetileno, el monóxido de carbono, el éter, el sulfuro de hidrógeno o el metanol) en una mezcla determinada. Por ejemplo, las mezclas de vapor de gasolina y aire han causado muchas y graves explosiones. Por desconocidos, los polvos no son menos peligrosos. Industrias que fabrican o manipulan polvos combustibles (por ejemplo, harinas) son a menudo noticia por explosiones en su tratamiento.